Miau...

No te fíes de las gatas. Las gatas, con su tacto suave y sus ojos hipnóticos pueden hacer que olvides que estás en medio de un bar sobresaturado de gente, disfrazado de Bender y en un estado de embriaguez acuciante. Tienen incluso el poder de hacerte escuchar su delicioso ronroneo a pesar de la muchedumbre ruidosa.

Se acercarán a tí, te harán sentir el robot más especial del mundo, ¡qué digo... del universo conocido! Es posible que incluso te permitan acariciarlas y no sabrás si les gusta más a ellas o a tí mismo... Te planteas entonces si por primera vez estarías dispuesto a cambiar en tu escala de valores el puesto de honor que ocupa masticar la piel crujiente del pollo frito por algo igualmente prohibitivo y más placentero. Pero justo en ese momento, las gatas desaparecerán. Así son las gatas, se arriman cuando les apetece, se alejan cuando se cansan. ¿Independientes? ¡y una mierda! lo que son es unas cabronas!!!! porque para dejar a un robot -asexual por definición- con el rabo entre las piernas (literalmente)..... hace falta ser un poco cabrona... o qué? Poseso.